
L’Arquebusade (el fusilamiento), grabado de la serie Las miserias de la guerra (1633), de Jacques Callot (1592-1635). © Statens Museum for Kunst
Dicho de manera sencilla, es difícil saber hacia dónde se va si no se sabe de dónde se viene. Y aunque es evidente que el conocimiento de la historia no proporciona un mapa del futuro, sí que puede ayudar a superar algunos de los obstáculos por venir.
La historia agudiza la conciencia crítica y proporciona un antídoto contra la desinformación y la manipulación en sus formas perniciosas. Pero la historia puede volverse peligrosa cuando se distorsiona para servir a agendas específicas, como fomentar divisiones en la sociedad o legitimar políticas exteriores agresivas. Este abuso suele implicar una simplificación excesiva de los acontecimientos pasados, que se interpretan y presentan en términos abiertamente morales como cuentos poblados de héroes y villanos. Entre los ejemplos típicos se encuentra el uso de analogías simplistas, que presentan los problemas o situaciones actuales como si fueran similares a los del pasado. Y si bien las analogías pueden ayudar a explicar el presente, el pasado nunca se repite, ya que las circunstancias siempre son diferentes.
Aceptar que las cosas cambian permite a los ciudadanos cuestionar a quienes afirman que la condición humana es, en su esencia, atemporal. El hecho de que algo haya sido aceptable en el pasado no significa que sea necesariamente adecuado para el presente o el futuro. De hecho, para lo que la historia resulta realmente útil es para fomentar la apreciación de las complejidades, las ambigüedades y los retos de la humanidad. Nos recuerda que la vida nunca es sencilla y que quienes afirman tener soluciones fáciles para los problemas actuales probablemente estén equivocados.
De todos los aspectos del pasado, la historia militar es el más importante para la ciudadanía moderna. Es imposible comprender otros aspectos de la vida sin saber cómo y por qué se han librado las guerras, y cómo han moldeado las sociedades y afectado al planeta. Estudiar la guerra no es lo mismo que glorificarla. Puede que deseemos un mundo sin guerras, pero ignorar la historia militar nos deja mal preparados para comprender por qué la paz permanente sigue siendo tan difícil de alcanzar. De hecho, una comprensión más completa de las guerras del pasado informa a los ciudadanos sobre las realidades de la violencia masiva. Las guerras rara vez han resultado rápidas o decisivas. Quienes las iniciaron generalmente no lograron sus objetivos. Los conflictos a menudo se intensificaron, causando daños imprevistos, incluso a quienes no estaban directamente involucrados. La mayoría han resultado difíciles de concluir. Todas han dejado un legado problemático, sobre todo porque su curso y sus resultados han determinado cómo se las ha recordado y cómo esas memorias han sido usadas y abusadas por las generaciones posteriores.
El conocimiento de la historia no va a darnos respuestas directas a los problemas actuales o a los que nos esperan en el futuro, pero nos permitirá formular mejores preguntas, cuestionar asunciones incuestionadas y ser ciudadanos más completos, críticos y comprometidos.
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